La tentación.
La tentación
Camina con decisión entre la gente por la amplia acera de la
avenida. Llega a la cafetería donde le esperan sus amigas y desde la puerta da
una mirada rápida a las mesas en busca de alguna cara conocida. Al no reconocer
a nadie se dirige hacia la barra, cuando alguien le frena con un “Hola Laura” y
un suave contacto en su brazo. Es J., un antiguo alumno del instituto.
- “¡Qué sorpresa!, ¿cómo estás? - Se saludan con naturalidad
besándose en las mejillas.
-“Bien. Pasando unos días. He quedado aquí con unas amigas.”
– Contestó Laura – “¿Qué es de tu vida?”
- “Bueno, normal. Me casé. Tengo una tienda de
electrodomésticos aquí cerca. ¡Mira!, te presento a mi mujer. Nos conocimos en
el instituto”. Dijo J. mirándola a los ojos.
Laura sonriendo y sin pestañear dijo: “Buenos tiempos
aquellos. Os dejo que veo ahí a mis amigas. Encantada”.
El encuentro fue sorprendente para Laura, pero no la alteró.
J. no había sido un alumno cualquiera. Era el guapete de la clase. No destacaba
por sus notas pero aprobaba los cursos. Era algo movido. Gozaba de simpatía
entre sus compañeros y tenía un cierto atractivo entre las chicas. Estuvo
enamorado de ella. Laura estuvo a punto de dejarse llevar. Bailaron en alguna
verbena, tontearon y hasta hubo algún beso. Recordaba aquel fin de curso en la
discoteca. Allí Laura se hizo consciente de que estaba dejándose llevar y las
cosas se estaban descontrolando. Ya empezaban a oírse insinuaciones y a ver sonrisas
pícaras. Se pidió el traslado a una localidad de la costa.
A los pocos días se ven por la calle y van en la misma
dirección. “¡Qué casualidad, en pocos días dos veces!. Mira, aquí tengo la
tienda”. Era algo más que una
información. Cualquiera que no fuera ella, no interpretaría nada más que un dato
inocente. Laura sin embargo percibió que el pasado volvía sutilmente como un
boomerang.
Aquella noche Laura le daría demasiadas vueltas al tema.
Parecía tenerlo fácil y le agradaba la posibilidad de enrollarse con J., al fin
y al cabo la vida se lo ponía fácil y a nadie le amarga un dulce, después de un
tiempo sin relaciones. Ahora no tenía pareja por tanto no tenía que dar cuentas
a nadie. Sería sencillo, sólo tenía que pasarse por la tienda, o mejor aún
podía llamar para pedir alguna información o alguno de los productos o servicios que anunciaba en su publicidad.
El día siguiente el tema quedó un poco aparcado debido a la
dinámica vacacional.
La noche volvió a traer el tema a su cabeza. Si en la
anterior era su lado mundano el que le daba orientaciones, ésta, parecía que el
que ganaba con sus argumentos era el lado moral. Su mujer y sus hijos merecen
respeto. Por un capricho se puede destrozar una familia.
Era fácil una aventura puntual, pero, ¿seguro que sería una
vez?. Podría complicarse. J. parecía mantener el interés a pesar del paso de
los años. ¿Es amor o una fuerte atracción física?.
Después de muchas vueltas llegó a la conclusión de que era
algo más antiguo. Era una conexión que quizá venía de otra vida, que volvía
para que aprendiera, para entender la situación, para transmutarla. Se alegró
Laura de haber llegado a esta conclusión. Ahora sólo tenía que encontrar cómo
solucionarlo. Para siempre.
Como aún no había sucedido nada en lo físico había que trabajarlo
en lo sutil. Cuántas veces le había dicho esa compañera de trabajo que es el
pensamiento el que crea la realidad. Nunca lo había probado conscientemente.
Esta era la ocasión. Empezó a imaginar un encuentro ideal e inocente que cerrara
la relación sin dejar mal a nadie.
Esa noche soñó que estaba en una pradera brumosa y que confiaba
en la ley de atracción. Avanzaba oteando el paisaje borroso, cuando vio a J. distraído,
observando cómo su esposa y sus hijos correteaban. De pronto J. se percató de
su presencia acercándose. Laura le dio un abrazo con el que no sólo le trasladó
su afecto sino que estaba cargado de información. J. lo percibió como despedida
y comprendió que su lugar era el que ocupaba al lado de su familia.
Era algo distinto a lo imaginado pero el contenido y la
finalidad coincidían con lo que ella quería crear.
No volvió a coincidir con J.
Su mente, de formación académica le hacía poner en duda que
hubiera reencarnaciones, karma o que
hubiera resuelto la situación de forma definitiva. En su fuero interno tenía la
convicción de que había elegido la opción correcta o por lo menos la que le
dejaba más tranquila.
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