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Mostrando las entradas etiquetadas como Cuento

El árbol de la memoria

  El árbol de la memoria Descendía el camino sinuoso entre paredes de huertos hacia la fuente y el lavadero. El piso había sido de calzada y por ahí habían bajado y subido las caballerías al abrevadero y las mujeres con sus canastos de ropa, sucia en una dirección y limpia al regreso. Al ir cambiando los usos y costumbres, fueron desapareciendo las caballerías y las mujeres dejaron de subir y bajar semanalmente. Las piedras del camino se fueron recubriendo de hierba y las de las paredes que lo delimitaban, de musgo. Un regato no muy caudaloso daba salida al agua de la fuente y las escorrentías del lugar hacia el río bajo el pueblo. Un puentecillo artesanal de aspecto precario pero sólido, daba paso a la zona habilitada para nosotros, los niños. Era un espacio no muy nivelado entre una carreterita, el lavadero y los huertos. Fresnos, arces y algunos chopos, acompañaban a un descolorido tobogán y dos inseguros columpios. Ese era nuestro reino temporal, sobre todo en las épocas vera

Penita roedora

Penita roedora   A B I que me inspira      Yo tenía, tenía una pena, penita que me roía, que me roía. La miraba y se fortalecía. Decidí ignorarla. El tiempo fue haciendo su trabajo, mas algo ocasional  la hizo emerger repentinamente. La percibía delgada, débil. Al sentirse observada, revivía. Sucedió en más de una ocasión, hasta que comprendí el mecanismo. La fórmula era olvidarla de forma inmisericorde y aplicarle tratamiento de choque: amor propio, alegría, jovialidad. Tras ésto, miré al futuro con serenidad y agradecí, siempre hay que agradecer la enseñanza, el aprendizaje de los hechos que le dieron nacimiento. Me siento sanado de esa penita roedora que me ayudó a valorarme, a independizarme y que se transmutó a través de aquel tratamiento inspirador, para revivir y rejuvenecer. Álvaro   Del canal de Instagram   @auracanaloficial  

El abismo

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  El abismo Caminaba por la naturaleza disfrutando de la suave brisa y de los sonidos pujantes que anunciaban la próxima primavera. Los cipreses con sus ramas cabizbajas repletas de polen, soltaban pequeñas nubes de tonos marrón-anaranjados cuando la brisa se hacía más patente. Algunas especies de pájaros se tornaban más laboriosos preparando sus nidos, se iban emparejando o realizaban sus paradas nupciales. Las grullas ruidosas pasaban hacia el norte entre las nubes o sobre ellas, en grandes uves dinámicas, uniéndose a otras para formar una uve mayor o partiéndose en busca de la economía del esfuerzo. Embebido en la observación de mi entorno llegué a un cortado que limitaba mi avance. El paisaje era   espectacular. A lo lejos montañas blancas, en el fondo del valle mosaico de verdes aún tenues y campos labrados. Salpicando la superficie pequeños núcleos habitados y entre unas y otros, bosques de pinos y carrascas. Aquí en zona próxima antes del desnivel erizones y pinos deformes

El bosque parlante

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  El bosque parlante Caminaba por aquella pequeña meseta rodeada de bosque con la intención de penetrar entre los árboles y recolectar setas. A lo lejos y entre ellos, parecían producirse pequeños destellos que se iban moviendo   a cierta altura de forma ondulante.   Cuando aún no había salido de la espesura percibí una silueta extraña. Me pareció que alguien andaba sobre zancos y en su cabeza unas zarzas que chisporroteaban. Pensé que era algún inconsciente, pues aunque el ambiente estaba más bien húmedo, al bosque y el fuego es mejor mantenerlos distantes. Al salir al claro observé con sorpresa a un hombre larguirucho de unos 2 metros y medio o algo más, con una especie de turbante y un paño de un amarillo llamativo . Enredado en las vueltas del pelo, luces de colores se encendían y apagaban de forma aleatoria. Avanzaba de forma desmadejada por la senda que confluía con el camino. La impresión que me causó es que o trabajaba en un circo o era un loco. No sé por qué hemos de tilda

Tormenta

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  Tormenta Era tormenta en ciernes, nacía en el mar, me nutría en él y descargaba con facilidad incomodando a los barcos de poco calado y poniendo en aprietos a aquellos pequeñitos que se habían alejado inconscientemente de su lugar de protección o se habían encontrado conmigo de forma inesperada. Nacía una y otra vez para aprender y mejorar mis técnicas de desplazamiento horizontal, mientras acumulaba volumen. Luego incorporé un nuevo saber, el subir aprovechando las corrientes cálidas, buscando el lugar apropiado para descargar. Allá veía un grupo de barcos en busca de bancos de peces que se llevarían sin plantearse mas que el deseo de comercializar. Quizá descargaría ahí. Foto procedente de: https://blog.meteoclim.com/las-tormentas-y-su-clasificacion Aprendí a entrar en zonas no marinas y vertí mi energía violenta sobre montañas y valles. Veía como se desestabilizaban los terrenos, crecían los torrentes y ríos y causaba problemas en las gentes. Luego observaba que les costaba

Cita de Carlos Castañeda

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  La mayor parte de la humanidad está predispuesta a la sumisión. Gente inconsciente, completamente administrada. Quien ha entendido, ha entendido, no necesita consejos. Quien no ha entendido nunca entenderá. No culpo a estas personas porque están estructuradas para vivir. ¿Hogar significa simplemente vivir? Comer, beber, respirar, dar a luz, trabajar, mirar televisión, comer pizza los sábados por la noche, ir al juego. Su mundo termina ahí. No puedo percibir nada más. En cambio, hay un grupo muy pequeño de seres humanos que son "defectos de fabricación": han escapado del control de calidad de la línea de producción. Son pocos, son herejes, son guerreros. - Carlos Castañeda.

La gota viajera - y II

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  La gota viajera II   Después de aprender y dominar esa situación, sentíamos que había que explorar nuevos mundos y nos dirigimos a mar abierto con la intención de visitar las profundidades. La fauna fue cambiando conforme bajábamos. De pronto una masa enorme y ondulante se fue abriendo paso en dirección a donde estábamos. Una enorme serpiente, grande como un velero, recorría el lugar observando con una cierta frialdad, todo lo que la rodeaba. Nada tenía que temer, sin embargo su aspecto era imponente, armoniosa en sus movimientos y parecía que acababa de capturar algo, o quizá estaba comiendo. Cuando los detalles quedaron claros por la proximidad pude ver que el interior de su boca estaba ocupado por una cabeza de mujer que a su vez observaba todo y se movía con soltura en su interior.   Formaba parte de ese curioso ser. Calculé que seríamos muchísimas las desplazadas a su paso, pero al mover su columna en curvas verticales, las desplazadas fueron las que estaban encima y debajo

La gota viajera I

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  La gota viajera I   -          “¡Hemos llegado al mar!” Había oído hablar tanto de él. Bueno, de él o de ella, porque cuando iba entre montañas lo nombraban en masculino y cuando su viaje se acercaba al final, o eso pensaba cada vez con más frecuencia, le decían la mar. En una ocasión, oyó a unos pescadores que lo llamaban LA MAR OCÉANA , así con mucho respeto, y nuestra protagonista enseguida lo asoció a grandeza, majestuosidad, poderío, riqueza… Los observadores externos las veían todas iguales, sólo los más perspicaces, apreciaban pequeñas diferencias de tamaño y sin embargo cada una de ellas se consideraba distinta a las otras. Tenían dos características, la segunda era la más evidente, las describía como unas viajeras empedernidas. La otra, aun siendo la principal solía pasar inadvertida y el uso de la misma era lo que las llevaba a experimentar, dejando en su esencia marcas imperceptibles. ¡ERAN LIBRES! Muchas experiencias había tenido pero un mundo nuevo se abría. Su

Caí en una nube.

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  Caí en una nube No sé cómo había llegado allí. Seguramente me había caído del aeroplano cuando me asomé para ver con más detalle mi pueblo a través de las nubes. La verdad que no había notado ningún golpe ni arañazo de los árboles que por ahí estaban. En casa me lo decían continuamente y sobre todo en el colegio: - “Si es que estás en las nubes”. Esta vez era de verdad, aunque no coincidía con la percepción que de ellas tenía. Era de colores suaves y dominaban los tonos verdes. Un camino con césped cortito, invitaba a recorrerlo. A los lados flores variadas, rosales sin espinas y árboles robustos. Por un momento pensé:- “Con tanta humedad, no me extraña que esté todo tan frondoso; ¿se verán las raíces desde abajo?”. “Naaa, todo es nube”, me contesté. Un ser con túnica verde se hallaba sentado en una roca, verde. La capucha ensombrecía sus facciones dificultando el perfilarlas. Parecía estar meditando y no reparar en mi presencia. Un poco por timidez y otro por prudencia, pasé a

El Mensajero del Aire - II

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  EL MENSAJERO DEL AIRE - II – “Pensando, pensando, - seguía Silverio - empecé a entender que demasiadas cosas en mi vida estaban relacionadas con este elemento, pero era la primera vez que oía hablar del “Espíritu del Aire”. Busqué un sitio tranquilo en un parque próximo y hallé un lugar frondoso y discreto para reflexionar sobre aquellas palabras. Me acomodé apoyado en un árbol y cerré mis ojos intentando calmar mi mente y relajar mi cuerpo. No habrían pasado muchos minutos cuando una ligera brisa me hizo estremecer; abrí los ojos con la sensación de que había alguien más. – Ahí estaba, mirándome. No sabía cómo se había manifestado ni por qué. No podía decir que estaba plantado ni tan siquiera parado, ya que su cualidad intrínseca era el movimiento y se presentaba con una leve ondulación que asocié a un pez “lámina”, vertical y transparente, flotando y mostrándose de perfil para que pudiera apreciarlo con más facilidad. Sus límites, si se puede decir que los espíritus los tienen