Pedí permiso

 

Pedí permiso.

Pedí permiso a la Tierra, para sentirla y mis pies comenzaron a echar raíces  que horadaron sus poros y penetraron sus capas. Parecía árida y dura, pero era jugosa, tibia, maternal. Tenía nutrientes en todas sus formas, que cedía generosamente para la vida. Sus paisajes de la superficie, podían ser espectaculares, pero no lo eran menos los de su interior. Sus minerales conformaban cristales que no eran más que la sublimación de esa materia en su expresión más pura. En su centro un sol luminoso y acogedor me hizo entender que su corazón vibraba alto y tenía la fuerza de vida que tiene todo ser en el universo. Me dio un mensaje corto y directo:-”Yo te amo, ámate tú”

Pedí permiso al Agua, para sentirla y mis sentimientos empezaron a moverse y subían y bajaban como las mareas. Una oleada de saludos me llegó repentinamente. Holas pequeñitos y tímidos, de krill, camarones y caballitos de mar, holas firmes y seguros de atunes, delfines y tiburones y HOLAS grandotes, profundos, de orcas, cachalotes y ballenas, que me hacían vibrar. Entendí por qué llamaban a esos grupos de pólipos, corales, pues a coro comían, a coro cantaban y a coro saludaban. Este fluir me hizo notar que en mi cuerpo de sentimientos, había rincones un tanto oscuros. Camuflados entre sentimientos nobles, había impaciencias, ansiedades, reproches a punto de salir y apegos diversos. Entendieron que no se les rechazaba, se les entendía. Había que transformarlos y suavemente lo estaban haciendo. El agua me dijo;-“Yo te amo, ámate tú”

Pedí permiso al Aire, para sentirlo y mis pensamientos empezaron a danzar. Llegaban ideas originales, graciosas y luminosas. Mezcladas con éstas entraban otras cargadas de vanidad, de deseo o simplemente eran oscuras y capaces de ser calificadas como tenebrosas. Entraban en tropel y algunas pretendían asentarse sin mi permiso, desplazando a otras mejor consideradas por mí. Le pedí al aire los limpiara y una brisa ligera y perfumada se acercó suavemente, dejando mi cuerpo de pensamientos vacío. De pronto sentí como un vértigo. Nunca había estado sin pensamientos y era éste el lugar donde se escucha el silencio profundo. Enseguida generé pensamientos y desapareció el silencio. Me quedó el recuerdo de eso que dicen:- “Si lo sabes mantener lloverán flores”. El aire me dijo:-“Yo te amo, ámate tú”.


Pedí permiso al Fuego
, para sentirlo y conecté con las acciones que desde niño habían hecho que me manifestara, me afirmara y hasta combatiera por conseguir cosas loables y quimeras innecesarias. Con los juegos, que me enseñaron a ser y que a veces me llevaron demasiado lejos. Con los viajes, que me ayudaron a conectarme con cosas nuevas pero también con sensaciones ya vividas y a integrar personas y experiencias. Con el deseo de trascender a través de los hijos que uno piensa son suyos, que cree modelarlos. Pero no, vienen a mostrarnos virtudes y defectos de nosotros que desconocíamos y a ser en resumen profesores de un conocimiento de vida que enriquecerá nuestra alma. De pronto un día el fuego me hizo un regalo y sentí una llamarada de amor en mi corazón que se expandió sin cortafuegos por todo mi ser. El fuego me dijo:-“Yo te amo, amate tú”.

No acababa de entender este mensaje reiterado, que agradecía. Al amor siempre lo esperamos viniendo de afuera, de personas que nos acompañan, de mascotas, de cosas que conseguimos o nos llegan. Pero era claro había que mirar hacia adentro. Empecé a mirarme, a amarme, a limpiarme y atisbé poco a poco a comprender que el AMOR está dentro, que es una chispa divina que se puede acunar, nutrir, hacer crecer.

En eso estamos. Aprovechad a pedir, es gratis.

Álvaro

Escrito en Abril de 2020 – Pulido en Enero de 2022

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