Reparaciones rápidas

Reparaciones rápidas

 “Reparaciones Rápidas”, eran las palabras que en colores vivos resaltaban en el letrero de aquel taller de costura de la calle comercial. Entré a preguntar si le darían vuelta al cuello de una camisa y a mi americana un tanto ajada que guardaba en casa. En la parte delantera del comercio, prendas confeccionadas y rollos de telas llenaban una estantería hasta el techo. Detrás del mostrador un orondo y sonriente señor, elegante, con un metro de los de tela alrededor de su cuello y unos manguitos en sus brazos me preguntó en qué podía servirme. Le expliqué. No podía permitirme encargar un traje y tenía en el horizonte unas oposiciones a las que debía presentarme con decoro. Me hizo pasar al taller para que quedara de acuerdo con la jefa del mismo que era quien organizaba el trabajo. Unas diez personas de distintas edades estaban concentradas en sus costuras. Casi todas en pequeñas sillas de anea, mirando lo que cosían mientras conversaban con quien tenían al lado. Al entrar se hizo un silencio y todos levantaron la vista al ver a un extraño. Una mujer con un mandil a cuadros, llena de hilos y alfileres y con las gafas en la punta de la nariz se levantó para atenderme. Torné a repetirle lo que ya había contado. El silencio se fue disolviendo empezando por las personas que estaban sentadas más lejos.

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         “Tráigame las prendas y le haremos un presupuesto”

Al día siguiente volví para concretar los detalles y el precio. Después de inspeccionar la ropa, hizo unos cálculos sobre un trozo de papel que usaba para apuntar medidas.

-         “Le costará alrededor de 40 pesetas. ¿Para cuándo lo necesita?”

-         “No tengo prisa, para dentro de dos meses. Me gusta hacerlo con tiempo.”- Le dije.

Hizo unas anotaciones en un cuaderno y en un trozo de papel puso un número y “SP” que pinchó en la bolsa que le había llevado con las dos prendas. La puso en una estantería alta.

Salí contento por haber encontrado una solución barata que me permitiría presentarme dignamente ante el tribunal

Dejé pasar tres semanas y volví esperando recoger mi encargo.

-         “No, no está. Tenemos mucho trabajo, estamos cosiendo para una boda. En fin, ya sabe, todo lo quieren para ayer y no damos abasto. Vuelva dentro de unos días”.

Supuse que se les habían complicado las cosas y que era normal en un sitio al que acudía tanta gente. “Menos mal que lo he previsto con tiempo”.

Volví a los diez días y la respuesta fue parecida. La bolsa seguía en el nivel alto.

-         “Nada, no se preocupe, que lo tendrá a punto”.

-         “Es que ha pasado un mes…”

“Quedaba margen, todo el mundo no funciona como yo, tienen sus complicaciones”, iba rumiando mientras volvía a casa. Regresé una y otra vez escuchando siempre excusas diversas. El día antes de partir fui por la mañana dispuesto a recuperar mis prendas. Seguro que la cara de vinagre era notoria. La encargada muy digna me dice bajando la bolsa de lo alto:

-         “Pero ¡hombre de Dios!, ¿cómo no me dijo que le corría tanta prisa?. Venga esta tarde a las 7 que lo tendrá. Aquí estamos especializados en REPARACIONES RÁPIDAS”.

No dije nada, ¿para qué?, pensé para mí: “Ahora entiendo por qué puso “SP”. Sin prisa.

 

     Álvaro

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