Caí en una nube.

 Caí en una nube

No sé cómo había llegado allí. Seguramente me había caído del aeroplano cuando me asomé para ver con más detalle mi pueblo a través de las nubes. La verdad que no había notado ningún golpe ni arañazo de los árboles que por ahí estaban. En casa me lo decían continuamente y sobre todo en el colegio: - “Si es que estás en las nubes”.

Esta vez era de verdad, aunque no coincidía con la percepción que de ellas tenía. Era de colores suaves y dominaban los tonos verdes. Un camino con césped cortito, invitaba a recorrerlo. A los lados flores variadas, rosales sin espinas y árboles robustos. Por un momento pensé:- “Con tanta humedad, no me extraña que esté todo tan frondoso; ¿se verán las raíces desde abajo?”. “Naaa, todo es nube”, me contesté.

Un ser con túnica verde se hallaba sentado en una roca, verde. La capucha ensombrecía sus facciones dificultando el perfilarlas. Parecía estar meditando y no reparar en mi presencia. Un poco por timidez y otro por prudencia, pasé a su lado con discreción. Cuando había rebasado su posición, una voz templada, pero firme, dijo:- “¿Qué haces por aquí, qué buscas?”


Empecé a balbucear: - “¡Oh!, perdón, pensaba que…  la verdad es que no sé muy bien cómo he llegado”

-         “Si has llegado hasta aquí y no sabes cómo, ni para qué, será que tu alma ha dispuesto que vivas esta experiencia”, - contestó el encapuchado. – “Sígueme”

Fui tras él un tanto intrigado, pero confiado. Al fin y al cabo sentía cierta familiaridad en los movimientos y la voz del cicerone. Al doblar un recodo ví una oquedad, a la que me invitó a pasar. El espacio se percibía iluminado con suavidad por una luz que parecía surgir desde las paredes las cuales tenían incrustaciones de jade y esmeraldas. En el centro, una especie de camilla de diseño vanguardista era el único mueble. Con un gesto suave del brazo y cediéndome el paso, me sugirió ocuparla después de descalzarme y aflojar el cinturón.

-         “¡Relájate, cierra los ojos y realiza tres respiraciones lentas y profundas”

Empecé a notar el contacto de sus manos en un pie, en el otro y luego en cada mano. Iba hablando de lo que percibía, de los nudos energéticos que había que disolver, de las emociones atascadas, de algunas vidas anteriores y sucesos en ellas. Me resultaba sorprendente que hablaba en plural: - “Tenemos aquí una tristeza de la niñez”; “Nos quedaron miedos de aquella vida que guerreamos”. “En esta otra éramos humildes pero comíamos todos los días”; “Tenemos que verbalizar más los sentimientos, porque se nos atascan; aquí sobre el pecho, no veas…” – haciendo un silencio - “vamos a descargar este jaleo”. Movía sus manos como deshaciendo un algodón de azúcar que en forma de franjas envolviera mi pecho, luego las sacudía hacia un lateral. No sabría decir el tiempo que ocupó en mi limpieza energética. Estaba confiado y muy atento a todos sus comentarios, mas como parece que éstos cesaban, me quedé un poco traspuesto. De pronto oí:-“Puedes incorporarte”.

Así lo hice un tanto adormilado. Conforme me ajustaba la ropa y me calzaba, iba observando que algunas partes de mi cuerpo estaban más ligeras, sobre todo el tórax. Parecía que me hubiera liberado de un corsé invisible a cuya opresión me había habituado.

Salimos tranquilamente. Cuando le pude ver la cara, resultó ser otro yo. Me explicó que compartíamos alma y vivía en un mundo paralelo, de ahí el parecido. “Algunos seres que en tu mundo ya no están, en el mío siguen experimentando. Ahí soy sanador y nuestra alma me invitó a ayudarte, mejor dicho a ayudarnos, en este otro plano”.

Comencé a regresar por el camino rodeado de flores, rosales sin espinas y árboles robustos.

No sé quien dirigía aquello o si se movía por azar, pero el caso es que se notó como si la parte inferior rozara con algo, hasta frenar el imperceptible movimiento. Me recordó las maniobras de los trenes enganchando nuevos vagones. Los árboles, aunque estaban bien anclados, hicieron una pequeña reverencia con sus copas, como resultado del frenazo.

Me apeé de la nube para descubrir que ahí al lado un curso de agua próximo discurría hacia lo desconocido, pero a través del cual esperaba retornar a casa. Una canoa estaba varada en la orilla, me ayudaría a regresar a algún lugar conocido. Subí decidido y enseguida comenzaron a acompañarme unas mariposas juguetonas mientras tres libélulas iridiscentes volaban en formación cerca de mi persona.

¿Serán de la nube o de la tierra?.

Álvaro

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