La serpiente verde

De

 

Serpiente verde

Viene de lejos, parece amenazante, pero eso surge de mi actitud defensiva, de la inseguridad, del temor. Todos los temores están ahí en un rincón, esperando el momento de expresarse. Al verla se manifiesta uno, representante de todos, el más miedoso y quizá es el más voluminoso de los temores, el que no aguanta más, da un paso al frente y me hace dar un paso atrás al verla. Una serpiente verde. Aumenta el miedo, retrocedo yo. “Es preciso que me mantenga” – pienso – se estabiliza el miedo. Doy un paso, merma el temor, se empequeñece y ella sinuosa sigue hacia mí con decisión aunque sin prisa. De pronto se yergue elevando un tercio de su longitud, como si calibrara los posibles peligros. Mi cuerpo quiere reaccionar, se empieza a erizar el vello de mis brazos.

Respiro suavemente un poco más profundo, no la miro. Me centro en mi corazón volviendo a inhalar y exalar suave y profundo. Entonces giro la vista hacia ella y observo que me mira indiferente, como si fuera un objeto más del paisaje, que para ella es su escenario. Se mueve en mi dirección, me mantengo relajado, tranquilo, el temor se encoge, disminuye. La serpiente verde atraviesa entre mis piés, se aleja sobre mi sombra, la noto plena de energía de la Madre Tierra, después de kilómetros de contacto intenso con ella. Esa relación  permanente la llena de sabiduría y sabe en cada momento qué hacer, por dónde ir. Mientras observo con el rabillo del ojo que aún tiene parte de su cuerpo sobre mi sombra, veo una nubecilla sutil que se eleva sobre mi silueta. Era ese temor gordote que se ha disuelto, sube trasmutado una vez que entendió que debía salir y manifestarse para ayudarme a avanzar. El avance ha sido no retroceder, templar el ánimo y entender que equilibrar sentimientos y  energías se plasma en este plano en armonía, desaparece el posible conflicto. De pronto entiendo porqué era verde la serpiente que me pareció amenazante. Venía a sanar ese temor, a ayudar a transmutarlo.

Álvaro

La imagen está tomada de : https://www.naturalista.mx/observations/26117051

SÉ TODOS LOS CUENTOS Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre... ha inventado todos los cuentos. Yo no sé muchas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos... y sé todos los cuentos. León Felipe (1884-1968)

Comentarios

Publicar un comentario

Gracias por visitar este sitio y comentar.

Entradas más populares

Penita roedora

De
Penita roedora   A B I que me inspira      Yo tenía, tenía una pena, penita que me roía, que me roía. La miraba y se fortalecía. Decidí ignorarla. El tiempo fue haciendo su trabajo, mas algo ocasional  la hizo emerger repentinamente. La percibía delgada, débil. Al sentirse observada, revivía. Sucedió en más de una ocasión, hasta que comprendí el mecanismo. La fórmula era olvidarla de forma inmisericorde y aplicarle tratamiento de choque: amor propio, alegría, jovialidad. Tras ésto, miré al futuro con serenidad y agradecí, siempre hay que agradecer la enseñanza, el aprendizaje de los hechos que le dieron nacimiento. Me siento sanado de esa penita roedora que me ayudó a valorarme, a independizarme y que se transmutó a través de aquel tratamiento inspirador, para revivir y rejuvenecer. Álvaro   Del canal de Instagram   @auracanaloficial  
Read more »

El árbol de la memoria

De
  El árbol de la memoria Descendía el camino sinuoso entre paredes de huertos hacia la fuente y el lavadero. El piso había sido de calzada y por ahí habían bajado y subido las caballerías al abrevadero y las mujeres con sus canastos de ropa, sucia en una dirección y limpia al regreso. Al ir cambiando los usos y costumbres, fueron desapareciendo las caballerías y las mujeres dejaron de subir y bajar semanalmente. Las piedras del camino se fueron recubriendo de hierba y las de las paredes que lo delimitaban, de musgo. Un regato no muy caudaloso daba salida al agua de la fuente y las escorrentías del lugar hacia el río bajo el pueblo. Un puentecillo artesanal de aspecto precario pero sólido, daba paso a la zona habilitada para nosotros, los niños. Era un espacio no muy nivelado entre una carreterita, el lavadero y los huertos. Fresnos, arces y algunos chopos, acompañaban a un descolorido tobogán y dos inseguros columpios. Ese era nuestro reino temporal, sobre todo en las épocas vera
Read more »