Penita roedora A B I que me inspira Yo tenía, tenía una pena, penita que me roía, que me roía. La miraba y se fortalecía. Decidí ignorarla. El tiempo fue haciendo su trabajo, mas algo ocasional la hizo emerger repentinamente. La percibía delgada, débil. Al sentirse observada, revivía. Sucedió en más de una ocasión, hasta que comprendí el mecanismo. La fórmula era olvidarla de forma inmisericorde y aplicarle tratamiento de choque: amor propio, alegría, jovialidad. Tras ésto, miré al futuro con serenidad y agradecí, siempre hay que agradecer la enseñanza, el aprendizaje de los hechos que le dieron nacimiento. Me siento sanado de esa penita roedora que me ayudó a valorarme, a independizarme y que se transmutó a través de aquel tratamiento inspirador, para revivir y rejuvenecer. Álvaro Del canal de Instagram @auracanaloficial
Bailando No sé la autoría recopilatoria de este vídeo. Lo obtuve del canal de Telegram “Vuela Conmigo”. Si alguien que lo ve, me informa, lo haré constar
El árbol de la memoria Descendía el camino sinuoso entre paredes de huertos hacia la fuente y el lavadero. El piso había sido de calzada y por ahí habían bajado y subido las caballerías al abrevadero y las mujeres con sus canastos de ropa, sucia en una dirección y limpia al regreso. Al ir cambiando los usos y costumbres, fueron desapareciendo las caballerías y las mujeres dejaron de subir y bajar semanalmente. Las piedras del camino se fueron recubriendo de hierba y las de las paredes que lo delimitaban, de musgo. Un regato no muy caudaloso daba salida al agua de la fuente y las escorrentías del lugar hacia el río bajo el pueblo. Un puentecillo artesanal de aspecto precario pero sólido, daba paso a la zona habilitada para nosotros, los niños. Era un espacio no muy nivelado entre una carreterita, el lavadero y los huertos. Fresnos, arces y algunos chopos, acompañaban a un descolorido tobogán y dos inseguros columpios. Ese era nuestro reino temporal, sobre todo en las épocas vera
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