Convivencia
CONVIVENCIA
Me carga, me parece injusta la situación. Sólo levantarme y
ya está demandando atención. Aún no me he preparado mi café y ya empieza a
darme la brasa.
-
“¿Dónde dejaste mi camisa azul clara?, sabes que es
la que más me gusta y …”
Salgo de la cocina sin decir nada pero con mala leche. Voy a
su cuarto, abro el armario y descuelgo una de sus camisas azul claro.
-
“¡Tu camisa!. ¿No se te ha ocurrido mirar en el armario?. Cuando
plancho tu ropa, la recojo en tu armario. ¿Se te olvida de un día para otro?
-
“Papá
me la dejaba en la silla, así bien puesta”
-
“Papa,
papá, – con retintín –papá ésto, papá lo otro. Lo que pasa es que te tenía muy
consentido”.
Se va por el pasillo, aún en batín, sin peinar y mormosteando
“que ya podía quedar cómo le cuidaba papá”.
Pienso para mí:- “No le escucho. No le escucho, que no es
cuestión de enfadarse ya por la mañana” – Conecto la radio y sale la emisora
local. En tono alto: – “Mariano, te he
dicho mil veces que no me cambies la emisora. Tú tienes tu radio” – Por lo
bajini: - ”No, si al final me voy a mosquear ya por la mañana”.
Pone música clásica, le relaja.
Mariano, tiene ochenta y dos años, le lleva diez a Juan.
Juan hizo sus estudios y carrera profesional en la ciudad.
Tenía su vida, amistades y actividades. Volvía a casa en sus vacaciones y para
él Mariano siempre fue un niño grande. Sus padres lo cuidaron con dedicación.
La verdad es que no fue difícil para ellos. Primero faltó la madre y el padre
siguió a su lado mientras le acompañaron las fuerzas. Por fin Mariano quedó
solo y Juan decidió volver a la casa familiar. Le parecía relativamente fácil hacerse cargo de la situación. Había hecho su vida y en ese momento, ya
jubilado y ahora soltero, pensó que retornar al hogar paterno, era en cierto
modo reconectar con sus raíces y asumir un cierto compromiso moral. Por otra
parte su hermano era bastante autónomo si se tomaba la medicación. No le
importaba hacer la comida y demás tareas. Siempre podría de vez en cuando darse
alguna escapadita para reencontrar las amistades o para asistir a las actividades
culturales a las que estaba acostumbrado.
El día a día “tenía su aquél” – que decía su padre. Cuando
empleaba esa expresión lo miraba intentando descifrar su significado. Pero “su
aquel”, unas veces quería decir, misterio,
otras expectativa, afán. No siempre sabía interpretarlo. Poco a poco,
Juan iba entendiendo las expresiones que usaban sus padres y comenzando a
usarlas igual que ellos.
La primera dificultad era que a pesar de ser Mariano,
intelectualmente menor, quería ejercer su mando. A su padre le reconocía la
autoridad, que para eso era su padre, pero con Juan era otra cosa.
Cuando nací, él ya iba al colegio hacía cinco años y cuando
pasé a secundaria, trabajaba en un taller. Decir trabajaba igual es exagerar un
poco, barría el serrín, recogía la viruta, iba a buscar agua a la fuente con
aquel botijo de madera y aros de hierro. Lo mandaban a la tienda a comprar
algún bocadillo para los de la oficina. En fin lo tenían ocupado y le pagaban
como aprendiz; el eterno aprendiz.
Si a Juan le hacían algún comentario positivo de su hermano,
solía contestar: -“Te lo regalo. Bueno o si no, tenlo 15 días contigo y verás
cómo cambia la cosa”.
Las relaciones con las personas, como los paisajes, cambian
con la distancia y a Juan esa visión tan próxima le desgastaba, le empezaba a
pesar. Había momentos de negrura en los que se planteaba volver a la ciudad y
pensar alguna solución para Mariano. En otros en los que su lado más humano
sobresalía, buscaba soluciones suaves, procuraba tener comprensión o analizaba en profundidad
qué debía aprender de esta situación.
De momento podía
sobreponerse a las dificultades y aún le
compensaba estar en este ambiente gracias a su mundo mental, sus libros, sus
paseos y los lugares de su infancia.
Álvaro
La
imagen procede de https://artec.ec/silla-con-camisa/
😍😍😍
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