El abismo

 

El abismo

Caminaba por la naturaleza disfrutando de la suave brisa y de los sonidos pujantes que anunciaban la próxima primavera. Los cipreses con sus ramas cabizbajas repletas de polen, soltaban pequeñas nubes de tonos marrón-anaranjados cuando la brisa se hacía más patente. Algunas especies de pájaros se tornaban más laboriosos preparando sus nidos, se iban emparejando o realizaban sus paradas nupciales. Las grullas ruidosas pasaban hacia el norte entre las nubes o sobre ellas, en grandes uves dinámicas, uniéndose a otras para formar una uve mayor o partiéndose en busca de la economía del esfuerzo.

Embebido en la observación de mi entorno llegué a un cortado que limitaba mi avance. El paisaje era  espectacular. A lo lejos montañas blancas, en el fondo del valle mosaico de verdes aún tenues y campos labrados. Salpicando la superficie pequeños núcleos habitados y entre unas y otros, bosques de pinos y carrascas.

Aquí en zona próxima antes del desnivel erizones y pinos deformes con ramas retorcidas, quebradas o secas por la acción de las tormentas, suponía. Se aferraban a las hendiduras del terreno y se descolgaban por la pared en lugares imposibles y en escorzos impensables.

Tenía curiosidad por completar la visión del paisaje que estaba más próximo a la base de esta montaña. Fui acercándome al borde del desnivel. Conseguí llegar a una roca sin erizones que me permitió sentirme seguro al asomarme. El atardecer suavizaba la luz y  al mirar hacia abajo se iba difuminando la vista y oscureciendo el fondo. Sentí un poco de aprensión e incluso un poco de vértigo.


Miré con persistencia al abismo intentando escudriñar el fondo mismo y empecé a ver puntitos en movimiento como cuando miras al aire en un día claro. La notable diferencia era que los que se ven en el aire son luminosos y los que aquí veía eran oscuros. Se fueron organizando para mostrarme imágenes que me asustaron haciéndome retirar para no ver. Pensé que la visión me estaba jugando una mala pasada. Volví a asomarme y enseguida tornaron a formarse sombras, imágenes oscuras que a pesar de no ser agradables encontraba que algo en ellas me resultaba próximo. Como si un espejo de obsidiana me estuviera reflejando la parte oscura de mí mismo, fui entendiendo qué facetas tenía que trabajar, corregir, iluminar.

Seguí asomado con la sola idea de aprender, de profundizar. Llegó un momento que me pareció recibir información de la parte oscura de mi familia, de mis amigos e hice saber al abismo que esa información no me interesaba. Pero el abismo no tenía sentimientos ni era mi amigo, tampoco mi enemigo, sólo reflejaba. Me mostró cosas que sabía y otras desconocidas, pero entendí que no tenía que emitir juicio alguno, sobre todo después de ver lo mío.

Por último me mostró información oscura de mis enemigos y ví sorprendido que había malos deseos, difamación, movimientos de  energías y otras cosas que no debo nombrar. Todo eso no lo tendré en cuenta pues forma parte de sus debilidades, resultado de sus inseguridades, de sus complejos o de su avaricia y como en el caso anterior, no debo juzgar.

Todos cometemos errores y es a través de ellos que aprendemos. Lo único que las leyes universales son implacables y lo que hacemos a los demás nos vuelve en algún momento y según nuestra vibración atraemos sucesos y personas que vibran en el mismo tono.

Vibremos alto mediante el deseo de superación, la alegría, el amor y eso nos protegerá, nos permitirá atraer personas y sucesos que nos ayudarán a fluir, a progresar.

Agradezco al abismo todo lo que me mostró, a la familia y amistades su proximidad, enseñanzas y compañía y a mis enemigos, el que estén ahí, pues como dice la voz popular “Todo lo que no te mata, te hace más fuerte”. Gracias a todos por estar en mi vida. 

Álvaro

La cita de Nietzsche procede del canal de telegram Regreso al origen

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