Penita roedora
Penita roedora
A B I que me inspira
Yo
tenía, tenía
una
pena, penita
que
me roía,
que me roía.
La miraba y se fortalecía.
Decidí ignorarla.
El tiempo fue haciendo su trabajo, mas algo ocasional la hizo emerger repentinamente.
La percibía delgada, débil.
Al sentirse observada, revivía.
Sucedió en más de una ocasión, hasta que comprendí el mecanismo.
La fórmula era olvidarla de forma inmisericorde y aplicarle tratamiento de choque: amor propio, alegría, jovialidad.
Tras ésto, miré al futuro con serenidad y agradecí, siempre hay que agradecer la enseñanza, el aprendizaje de los hechos que le dieron nacimiento.
Me siento sanado de esa penita roedora que me ayudó a valorarme, a independizarme y que se transmutó a través de aquel tratamiento inspirador, para revivir y rejuvenecer.
Álvaro
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