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Mostrando las entradas etiquetadas como Álvaro

Estrellita

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  Hay situaciones que son y otras que parecen ser. De esas situaciones que fueron o parecieron ser, surgió este poemita. Entonces estaba casado.  ESTRELLITA   En el cielo de mi alma hay estrellitas doradas, que me cantan toda la noche y hasta bien entrada el alba.   Todas ellas me iluminan, mas sólo una me encandila; es una estrellita caneeela, que me mira y disimuuula, y yo la miiiro…, cuando nadie me mira.   ¡Ay!, si pudiera alcanzarla, con una larga escaleeera…, nos iríamos por el Cosmos, cogiditos de la mano, mientras le canto y me canta, la abrazo y me susurra…   ¡ESTRELLITA CanEla!, mi escalera no alcanza y un compromiso me obliga.   ¡VUELA! y encuentra un lucero que te merezca, mientras…, me liberaré de mi ancla, ¡sólo cuando el tiempo lo diga!.   CONSTRUIRÉ LA ESCALERA MÁS ALTA, que nadie imaginar pueda, para cuando te vea, ya de vuelta y si aún me miras, subiré raudo a fundirme en tu luz y comenzar el viaje, que ya no importará cuán

Caí en una nube.

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  Caí en una nube No sé cómo había llegado allí. Seguramente me había caído del aeroplano cuando me asomé para ver con más detalle mi pueblo a través de las nubes. La verdad que no había notado ningún golpe ni arañazo de los árboles que por ahí estaban. En casa me lo decían continuamente y sobre todo en el colegio: - “Si es que estás en las nubes”. Esta vez era de verdad, aunque no coincidía con la percepción que de ellas tenía. Era de colores suaves y dominaban los tonos verdes. Un camino con césped cortito, invitaba a recorrerlo. A los lados flores variadas, rosales sin espinas y árboles robustos. Por un momento pensé:- “Con tanta humedad, no me extraña que esté todo tan frondoso; ¿se verán las raíces desde abajo?”. “Naaa, todo es nube”, me contesté. Un ser con túnica verde se hallaba sentado en una roca, verde. La capucha ensombrecía sus facciones dificultando el perfilarlas. Parecía estar meditando y no reparar en mi presencia. Un poco por timidez y otro por prudencia, pasé a

Sonata triste

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  Sonata triste. ¿Cómo habíamos llegado a ésto?. Quizá el orgullo, la mala suerte, o un cúmulo de circunstancias habían hecho que nos deslizáramos por la pendiente. No supimos frenar, menos aún revertir. ¡Tantos cuentos acaban en boda!, tantos en “y fueron felices y comieron perdices”, pero es que no acaban ahí, los cortan ahí. Me gustaría ver a la princesa después de veinte años, al príncipe ya gordo y sin haber heredado el trono, tratando de educar a unos hijos consentidos y caprichosos imagino. Nos habíamos casado muy enamorados y de aquel amor habían nacido cuatro hijos que pronto se fueron despegando del hogar. La pequeña tomó la decisión de quedarse en casa cuando los demás hermanos habían partido. Fue un puntal para ambos y una gran ayuda para su madre, débil y silenciosa. Vivíamos en una casa de campo. Demasiado trabajo en el día a día que iba envolviendo a todos. Los bichos, las faenas de campo, los trabajos de la lana, el queso… La comunicación se fue reduciendo, tambié

El Mensajero del Aire - II

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  EL MENSAJERO DEL AIRE - II – “Pensando, pensando, - seguía Silverio - empecé a entender que demasiadas cosas en mi vida estaban relacionadas con este elemento, pero era la primera vez que oía hablar del “Espíritu del Aire”. Busqué un sitio tranquilo en un parque próximo y hallé un lugar frondoso y discreto para reflexionar sobre aquellas palabras. Me acomodé apoyado en un árbol y cerré mis ojos intentando calmar mi mente y relajar mi cuerpo. No habrían pasado muchos minutos cuando una ligera brisa me hizo estremecer; abrí los ojos con la sensación de que había alguien más. – Ahí estaba, mirándome. No sabía cómo se había manifestado ni por qué. No podía decir que estaba plantado ni tan siquiera parado, ya que su cualidad intrínseca era el movimiento y se presentaba con una leve ondulación que asocié a un pez “lámina”, vertical y transparente, flotando y mostrándose de perfil para que pudiera apreciarlo con más facilidad. Sus límites, si se puede decir que los espíritus los tienen

El Mensajero del Aire - I

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  EL MENSAJERO DEL AIRE - I Había oído hablar de un curioso personaje muy relacionado con objetos movidos por el viento. No sabía muchos detalles, sólo, que era de edad avanzada y en la zona era tenido por raro cuando no por loco. Averigüé dónde vivía   pensando que podía ser interesante conocerlo. Me dirigí resuelto a la que ya en mi imaginación había bautizado como “La casa de los vientos”. Tomé el camino que conducía a los montes donde se encontraba mi objetivo, disfrutando de los tonos amarillos, rojos y castaños que el final del verano imprimía en algunos árboles. Sobre la redondeada cresta de la montaña desde donde se divisaba el valle inmediato, escudriñé el paisaje, intentando descubrir la casa que buscaba. Un pequeño río recorría con suavidad su eje central desviándose en ocasiones en busca del desnivel. Pequeñas aldeas dispersas y alguna casa aislada, que parecía trepar por las laderas del valle, daba n la sensación de que el tiempo caminaba al ritmo del indolente gan

La niña de humo

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  La niña de humo   La niña de humo tiene sonrisa cálida dientes de ceniza y la mejilla encendida.   En una tarde lluviosa nació del tronco húmedo que calentaba la choza y un humilde   puchero   La niña de humo es hija del fuego que vivifica el viento cuando se cuela dentro.   Es de cutis brillante su aliento perfumado huele a mandioca y a coco y manteca   De curvas suaves talle cimbreante baila soleares con los brazos ondulantes.   Su mirada chispeante otea la humilde estancia con la rapidez que exige su efímera existencia   La frente de nube y en volutas   el cabello se diluyen con rapidez entre las palmas del techo.   La niña de humo se subió al cielo con los seres de fuego que bailan flamenco.   Álvaro

La Fragua

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  La Fragua Hice un viaje pero no citaré las coordenadas, ni el idioma del lugar, tampoco las compañías. Siendo todo ello valioso y agradable, el viaje pareció ser a la Fragua de Vulcano. En realidad, fue al fondo de mí mismo a través del trabajo en esa fragua . Fue un tanto peculiar, pues no se ubicaba en ninguna caverna ni hacíamos encargos para Marte, sino en el interior de un frondoso bosque. Sus sobrias instalaciones abiertas en sus laterales, estaban cubiertas por una sencilla estructura que protegía de la lluvia ocasional. Estábamos rodeados de variadas y coloridas plantas. Unas tapizaban los suaves desniveles. Otras, robustas, poderosas, lo envolvían todo, acercando el horizonte colorido a un primer plano sobre el que asomaba algún pico cercano. Las áreas relacionadas con los distintos trabajos del proceso, estaban claramente delimitadas, aunque todas contiguas en la misma superficie. El atanor, situado a un nivel inferior se veía estrecho y profundo. Era alimentado por el

Reparaciones rápidas

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Reparaciones rápidas   “Reparaciones Rápidas”, eran las palabras que en colores vivos resaltaban en el letrero de aquel taller de costura de la calle comercial. Entré a preguntar si le darían vuelta al cuello de una camisa y a mi americana un tanto ajada que guardaba en casa. En la parte delantera del comercio, prendas confeccionadas y rollos de telas llenaban una estantería hasta el techo. Detrás del mostrador un orondo y sonriente señor, elegante, con un metro de los de tela alrededor de su cuello y unos manguitos en sus brazos me preguntó en qué podía servirme. Le expliqué. No podía permitirme encargar un traje y tenía en el horizonte unas oposiciones a las que debía presentarme con decoro. Me hizo pasar al taller para que quedara de acuerdo con la jefa del mismo que era quien organizaba el trabajo. Unas diez personas de distintas edades estaban concentradas en sus costuras. Casi todas en pequeñas sillas de anea, mirando lo que cosían mientras conversaban con quien tenían al lado. A